Ing. Agr. Fernando Ravaglia

Consultor en gerenciamiento y recursos humanos para el tambo.

Para la empresa, las consecuencias del caos o la confusión provocada por las situaciones de crisis, son muy variadas: desconcierto, decisiones tomadas de apuro, desperdicio de insumos y de tiempo, pérdidas económicas, conflictos con los empleados, reproches de los familiares, angustia, entre otros…

De hecho, comprobamos que la crisis se convierte en una gran prueba a superar, una prueba para nuestro ánimo, una prueba para el equipo humano para ver si está comprometido y capacitado, una prueba para nuestra organización y capacidad de prever problemas, una prueba para la cohesión de nuestra familia y una gran prueba para los que estamos a cargo de liderar la empresa, dar el ejemplo y mantener el mayor control posible de la situación.

Voy a tratar entonces de aportar algunas ideas de lo que hago cuando tengo que enfrentar situaciones complicadas, a sabiendas que estas no son recetas, son ideas que les podrán servir a algunos y a otros no; cada uno debe tomar aquellas que siente que se adaptan mejor a su situación.Cuando los efectos de un desastre se empiezan a acumular, es muy fácil sentir que las cosas nos pasan por arriba y se nos van de las manos.

El primer desafío: enfriar la cabeza y enfocarse.

Me tiran cinco penales a la vez, ¿Cuál atajaré primero?, ¿Qué gol me dolerá menos?, porque algún gol me van a hacer, y entonces se escucha decir como justificándose «Y viste… en la desesperación uno hace cualquier cosa», y cualquier cosa es justamente lo peor que se puede hacer en una crisis, de ahí la gran importancia de enfocarse para evitar la confusión cuando se empieza a sentir que las cosas nos superan y no se sabe para donde disparar.

Entonces ¿Cómo enfocarme?, debo tener todas las dificultades a la vista y tratar de priorizar su solución en función de la gravedad de cada una. Para ello, una buena alternativa es escribir en una hoja de papel cada problema, uno abajo del otro y analizarlos uno por uno con un criterio diferente al que usaba antes.

El nuevo criterio pasa por pensar cómo mantengo mi capital hacienda y alimentos lo más seguros posible, porque son «la máquina» que permitirá la recuperación cuando el problema pase; obviamente, será importante, por ejemplo, seguir entregando leche para tener un flujo de fondos que de aire, pero si me quedo sin hacienda, se acabó este negocio. Y así con otras actividades.

Si antes todo estaba pensado, y siguiendo con el ejemplo de la producción lechera, en alimentación, suplementación, manejo, para una meta de 25 litros por vaca/día, ahora la meta es hacer durar el alimento y que los animales no se mueran hasta que la crisis pase, o sea, cuidar a toda costa el capital de trabajo.

Si antes daba de comer sobre los bolsones de silo con orificios laterales con autoconsumo y, por efecto de una inundación, ahora el agua entra por los orificios laterales de los bolsones y se corre el riesgo de que se pudra todo, debo ver cómo cambiar la estrategia para cuidar el alimento que se hizo crítico en la nueva situación.

Las crisis enseñan además la importancia de pensar con flexibilidad, se acabaron las recetas, ahora se debe improvisar lo mejor posible con lo que queda y pensar en salvar lo más que pueda.

El segundo desafío: ordenar mis sentimientos

Si ordenar las ideas es importante, ordenar los sentimientos lo es más aún, ya que en los momentos complicados lo más probable es que a la angustia de la confusión se sume el hartazgo, el cansancio, la desesperanza, la bronca, impotencia y un montón de sentimientos más que lo que hacen perder objetividad y querer mandar “todo al demonio”.

Las decisiones tomadas «en caliente», generalmente no son objetivas y pueden hacer que después se arrepienta de lo que hizo.

Un ejemplo es querer liquidar un tambo sin darse cuenta de que deshacerse de bienes en un momento de crisis equivale a quemarlos, ya que mucha gente está ofreciendo lo mismo (hacienda, máquinas, equipos, etc…) a un mercado deprimido, mientras que, si somos capaces de superar el cansancio y pasar el mal momento haciendo el esfuerzo de meter el corazón en una cajita y pensar solo con la cabeza, lo más frecuente es que una vez pasada la situación, el mercado se recomponga y el precio de la hacienda y la leche suba nuevamente ante la caída de oferta previa, y los que aprovechen la situación sean los que hayan “aguantado”.

Una ventaja, al menos, que tienen las crisis climáticas, es que en el fondo no tenemos un cargo de culpa adicional, ya que el evento climático no depende de nosotros, como podría pasar con una situación de endeudamiento, salvo que hayamos insistido con sembrar en lotes bajos a pesar de todos los pronósticos, y ahí sí tendremos que replantear nuestras decisiones en el futuro.

Tercer desafío, ordenar mis maltrechas cuentas

En este punto, el objetivo es tratar de tener un flujo de fondos que, por limitado que sea, permita cubrir las necesidades más imprescindibles de la empresa, la familia y del personal a cargo.

Es muy importante, entonces, empezar por hablar con todas las personas que dependen de nosotros y hacerles comprender la gravedad de la situación, tanto si son familiares como empleados, para que cuiden al máximo sus gastos, los recursos de la empresa y se predispongan a hacer algún sacrificio en aras de “estirar” el dinero todo lo posible hasta que pase el mal momento.

Los presupuestos tienen la ventaja de que nos permiten dimensionar en términos económicos el esfuerzo que habrá que hacer y contraponerlo con los ingresos que será factible lograr y los recursos que nos quedan; en este caso, será un presupuesto de mantenimiento, una especie de presupuesto de supervivencia.

Vayan contestando entonces estas preguntas y usando las respuestas para ir completando su presupuesto de emergencia.

  • ¿Cuáles son los costos mínimos imprescindibles que la empresa debe cubrir para seguir funcionando?
  • ¿Qué gastos se pueden diferir o postergar?
  • ¿Qué gastos no previstos habrá que hacer para evitar mayores pérdidas?, por ejemplo, gastos de alimentación o de sanidad adicionales para evitar mortandad.
  • ¿Cuánto dinero se requiere para cubrir las necesidades imprescindibles de nuestra familia – vivienda, alimentación, salud, etc?, ¿Y las de nuestros empleados?
  • ¿Qué ingresos se prevén desde la producción o las reservas que se puedan vender? En este aspecto, siempre conviene ser pesimista en cuanto a rendimientos y precios y no pecar de un exceso de optimismo que después nos haga “quedarnos cortos” a la hora de cubrir gastos.

Mantener la energía anímica y aprender todo lo posible de la situación crítica es otro punto fundamental, pero será motivo de una próxima nota.

Por lo pronto, recuerden que lamentarse no sirve de nada.

A mantener el ánimo entonces y a seguir peleando aunque la situación sea muy difícil, que “lo que no nos mate, nos fortalecerá”.

Me gusta y Compartir:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.